lunes, 16 de noviembre de 2015

El gato con gafas

Hoy estamos celebrando las vísperas del Día Internacional del Prematuro con barra libre de dioptrías. Bitxin se dispone a dar el salto al apasionante mundo de las gafas para bebés, y quien le conoce sabe que eso no va a ser fácil.

El oculista nos lo ha dejado claro esta mañana. Parece que los cristalinos no le convergen como deben y los rayos luminosos que captan esos ojos que se van comer el mundo van hasta la retina y más allá. Se pasan de frenada y así no hay quien enfoque como tiene que enfocarse un buen puzzle de cuatro piezas.

Así que, con nuestro diagnóstico de hipermetropía a cuestas, vamos asimilando que tenemos en casa un hipster en potencia, que en dos días nos andará reclamando dar el salto de las gafas de silicona a las de pasta, como esos niños que reniegan del velcro y reivindican su derecho a las zapatillas con cordones para ser el rey del patio.

Y nosotros, que pensábamos que teníamos en nuestras manos a un hombre de acción, que pasaba olímpicamente de mirar cuentos y apilar bloques porque lo suyo es la aventura en los parques y jardines de la comarca, en lugar de dejarse enzarzar por la industria del juguete educativo infantil... Pero no. El problema era otro. Y mira que le hemos visto habilidad cazando hormigas en la terraza y pillando migas de los rincones más recónditos de la cocina. Pero, por lo visto, iba a bulto.

Aspirar a piloto de aviación ya sabíamos que era difícil. Jockeys justos de vista no sabemos si hay. Habrá que ir informándose. De momento, lo que no sabemos es si estamos preparados para el postureo intelectual del mundo de 0 a 3 años. Que unas gafas te posicionan mucho en el mundo y por menos de nada te hacen delegado de clase de por vida, y eso es mucha responsabilidad.

Tenía yo un profesor en la universidad que decía que tener 20 años y no llevar todavía gafas delataba que habías leído más bien poco en la vida. Gente con criterio te encuentras en cualquier parte. A aquel yo le veía capaz de suspenderte si no llevabas gafas. Era el terror de la Clínica Baviera. Dónde parará. Qué andará leyendo ahora.

El padre de la criatura le ha visto con unas gafas de prueba y ya anda sacándole parecido a no sé qué Minion. Su primera búsqueda en Google ha sido para mandarme
una foto del personajillo en cuestión y así hacerme a la idea de cómo le quedaban. La segunda, para ver los alimentos que mejoran la vista. Que ya le he dicho yo que cinco dioptrías en cada ojo no vamos a poder remontarlas a base de zanahorias y espinacas. Pero él dice que un poco de vitamina A extra mal no le hará.

Tras el disgustillo inicial, hemos ido asimilando la noticia y ya pensamos que tampoco está tan mal. Que a lo mejor con gafas los zarpazos de nuestro gato se vuelven caricias porque empieza a calcular mejor en las distancias cortas. Y a lo mejor se acelera un poco menos y le podemos seguir el ritmo. Y a lo mejor empieza a ver el encanto a eso de pararse un poco quieto y clasificar los cubos con los cubos y las bolas con las bolas. Y a lo mejor -quién sabe- cualquier día de estos se deja leer un cuento mientras pasamos las hojas, plácidamente, mientras caen las últimas hojas del otoño ahí fuera. Aysss, benditas gafas...

De momento, nos vamos a acabar el día al parque, para seguir explorando nuestro lado salvaje, que creo que los encargos de cristales rondan las tres semanas, así que tenemos gato para un ratico largo aún.